James Fricton
El dolor crónico se encuentra en niveles epidémicos en todo el mundo. Casi una de cada dos personas experimentará algún tipo de dolor crónico, en algún momento de su vida. La visión tradicional era que una Clínica del Dolor, era el lugar donde llevaban los enfermos terminales para ayudarles a tener una muerte “digna” sin dolores. En los tiempos en que vivimos, además de estas “Clínicas de Dolor especializadas”, contamos con otras clínicas de Manejo del Dolor, especialmente Dolor Cónico, que se dedican a la prevención y al tratamiento del dolor Músculo Esquelético, fruto del uso y desgate debido a los años vividos, y de forma especial, el dolor que afecta a aquellos que han dedicado sus vidas a la práctica de alguna actividad física o deporte de alto impacto. Son incontables ya los casos que hemos visto en los últimos 5 años (y especialmente en los últimos 3), donde el dolor de cuello, dolor lumbar, dolor de hombros (especialmente por compromisos del manguito del rotador), dolor por hernias discales, dolor secundario a daños a los meniscos de la rodilla, dolor de tobillos, fasciitis plantar, y cosas menos comunes como afectación debido a tendosinovitis de Quervain (dolor cerca del pulgar, por estar escribiendo en computadoras por largas horas), el dolor de la articulación temporomandibular(en la unión del maxilar inferior con el superior, en la porción anterior de la oreja) y además el dolor por el síndrome vertebrobasilar (que es un estrechamiento de la arteria basilar o las arterias vertebrales) , ante ciertos movimientos de la cabeza, que hace que las personas cambien de color, pierdan el equilibrio y caigan al suelo), entre otras causas excepcionales. El Dolor Crónico interfiere con nuestras vidas, nos hace infelices y puede llevar a la depresión, e incluso, en ciertos casos, al suicidio.
Y la paradoja del destino es, que, a pesar de los avances dramáticos en cirugías, en productos farmacéuticos novedosos, dispositivos de tecnología punta y otros tratamientos para el dolor, este sigue siendo la condición de mayor costo en todos los cuidados de la salud. Se gasta más dinero en el manejo del dolor crónico que en el manejo del cáncer, la diabetes y las enfermedades del corazón, todas ellas combinadas.
El dolor agudo es claro. Si tenemos una astilla en nuestro dedo, por ejemplo, el dolor nos dice de inmediato dónde nos ha perforado y nos motiva a sacarla antes de que cause más problemas.
Pero ¿cuál es el mensaje cuando el dolor se vuelve crónico?
Aquí el mensaje radica en los factores de riesgo y de protección en cada ámbito de nuestras vidas, que pueden causar dolor crónico.
Cambiar estos factores, usando un enfoque sistémico, es la clave para prevenir el dolor crónico. Permítame hacer una analogía. Piensen en nuestras vidas como una copa de vino arrojada al aire.
Existen muchos riesgos que pueden conducir a la rotura del cristal y, por extensión, al dolor.
Ya sea que se rompa o no depende de muchas cosas pequeñas. Qué pesado es, qué tan duro se lanza, qué tan alto se lanza, a qué ángulo vuela y si está girando, si está atrapado y si no, a qué superficie llega. Hay muchos riesgos y factores de protección que determinan si se rompe o no. Del mismo modo, no sabemos lo que la vida nos arrojará. Hay muchas cosas pequeñas que podemos hacer todos los días para reducir el riesgo de que se convierta en dolor crónico. También se trata de lo que hacemos con nuestro vaso.